La rebelión de lo sencillo
Reflexión personal acerca de dos grandes seres humanos y ejemplos a seguir.
Vivir con menos, es vivir mejor.
Esta carta no la tenía planeada, pero la actualidad manda.
En este 2025 ya hemos tenido que despedir a dos grandes figuras que, desde lugares muy distintos, decidieron habitar la vida con coherencia y sencillez: el papa Francisco y José “Pepe” Mujica. Uno lideró una Iglesia milenaria; el otro, una república pequeña y con sus particulares problemas. Seguramente ninguno de los dos fue perfecto —y no es eso lo que en esta carta quiero remarcar—, sino algo más raro y valioso: la coherencia, de la que también te hablé en mi último escrito. Ambos entendieron que el poder sin humildad se convierte en farsa, y que vivir con lo justo no es una condena, sino que es una elección posible. Tal vez, también se trate —sinceramente lo creo—, de una forma de rebelión.
En un mundo que parece premiar al que más grita, al que más acumula, al que más corre… ellos eligieron el silencio, lo esencial y el paso lento. Y en su marcha discreta dejaron una estela que hoy, con su partida, se vuelve enseñanza.
El fallecimiento de Pepe Mujica es el que me ha dejado más tocado, sin duda. No había entrevista ni documental de este hombre que me perdiera… El mundo ha perdido un gran hombre, de esos que cambian las cosas y que, con sus gestos, cambian a las personas o, al menos, hacen replantearse muchas cuestiones.
Una vida sencilla no es una vida vacía
Hay quienes confunden sencillez con escasez. Como si vivir con poco fuera sinónimo de renuncia amarga o resignación o vivir mal. Pero no. Una vida sencilla es una vida con prioridades claras. Es la que sabe distinguir entre lo importante y lo verdaderamente urgente, entre lo realmente valioso y lo que apenas brilla.
Séneca lo dijo con claridad estoica: «No es pobre el que tiene poco, sino el que desea más.» Y si hoy cuesta tanto encontrar serenidad, tal vez sea porque hemos convertido el deseo en una adicción sin tregua. Cada cosa que compramos, cada compromiso que asumimos sin pensarlo, cada distracción que nos arrastra... nos va alejando de esa vida sencilla que no se mide en bienes, sino en bienestar.
Una vida sencilla no es un regreso al pasado. No es volver a las velas ni a los cántaros. Es, más bien, una forma nueva de estar en el presente: más consciente, más libre, más humano.
Mujica y Francisco: el valor del ejemplo
Pepe Mujica fue presidente de Uruguay entre 2010 y 2015. Vivía en una chacra modesta, conducía un escarabajo viejo y donaba casi todo su sueldo. Cultivaba flores y hortalizas en los aledaños de su propiedad y nunca dejó de hablar como un campesino, aunque estuviera frente a reyes o presidentes. Tenía lo que hoy se considera una extravagancia: sentido común. Defendía lo esencial con palabras simples y verdades contundentes. Decía cosas como, por ejemplo: «El poder no cambia a las personas, solo revela quiénes son en realidad.»
El papa Francisco, por su parte, eligió desde el inicio gestos silenciosos que hablaron más que muchos discursos. No quiso vivir en el palacio pontificio, sino en una residencia más sencilla. Renunció a coches lujosos, abrazó a los olvidados, habló del cuidado del planeta y denunció un sistema que excluye. Dijo cosas como: «La austeridad es el camino de la libertad.»
Ambos, con estilos y contextos muy diferentes, encarnaron una filosofía de vida donde el centro no era el «yo», sino los demás. Donde el confort no estaba en las posesiones, sino en la coherencia con los propios valores. Su legado, por tanto, no estará en los monumentos, sino en los gestos cotidianos que tenían y que todos podemos imitar en mayor o menor medida.
Claves para una vida más sencilla (y más feliz)
No hace falta ser papa ni presidente para vivir con sencillez. No hace falta retirarse a una cabaña ni volverse ermitaño. Hace falta, más bien, preguntarse: ¿Qué es esencial en mi vida? ¿Qué estoy cargando que no necesito?
Aquí comparto algunas claves que a mí me ayudan:
1. Desapego material
No se trata de tirar todo, sino de soltar lo que ya no sirve. El armario lleno de «por si acasos», la casa repleta de objetos sin alma, la obsesión por tener la última versión de todo... ¿Para qué? Lo que no usas, te usa. Lo que no libera, te retiene. Practicar el desapego no es perder, es ganar espacio para lo que de verdad importa.
2. Tiempo para lo importante
Decimos que no tenemos tiempo, pero muchas veces lo gastamos mal. Redes sociales, reuniones sin sentido, prisas que nos hacen olvidar a quién queríamos ver… Una vida sencilla no es solo tener menos cosas; es tener más tiempo para las personas, para el arte, para pensar, para el silencio y muchas cosas más. El tiempo bien vivido es el único lujo que no caduca.
3. Consumo consciente
Comprar menos, pero mejor. Evitar lo desechable, valorar lo artesanal, reparar lo roto. Como decía Pepe Mujica, vivimos en una cultura que confunde tener con ser. Y al final, terminamos siendo lo que compramos, en lugar de lo que cultivamos. La sencillez comienza en el carrito de la compra, y sigue en cada elección diaria.
4. Silencio y contemplación
No todo tiene que ser productividad. También hay belleza en no hacer nada. En mirar el mar, en escuchar un disco, en escribir una carta, en pensar. Recuperar la lentitud no es volverse anticuado, es recordar que la prisa no siempre lleva a buen puerto.
5. Coherencia interior
Esta es quizás la más difícil. Vivir como se piensa. Pensar como se vive. No fingir. No actuar para gustar. Ser leal a uno mismo sin necesidad de aplausos. La vida sencilla es una vida sin dobleces, donde lo que se dice y lo que se hace bailan al mismo ritmo.
Reflexión
Mujica decía que la verdadera libertad era tener tiempo para hacer lo que uno ama. Francisco recordaba que los pobres no son una categoría social, sino una prioridad del corazón. Ninguno de los dos fue ingenuo: sabían que el mundo no cambiaría con palabras bonitas. Pero también sabían que las pequeñas acciones, cuando son constantes, tienen el poder de subvertir el sistema.
No se trata de idealizar a nadie, sino de inspirarse. De preguntarnos qué queremos dejar cuando nos vayamos. Si un montón de objetos… o una estela de humanidad.
Tal vez una vida sencilla no sea una vida fácil. Pero sí es una vida llena. Llena de sentido, de calma, de vínculos. Una vida donde no hace falta correr, porque uno ya está donde quiere estar.
Y si algún día te preguntas por dónde empezar, tal vez la respuesta esté más cerca de lo que crees. Tal vez la revolución empiece ahí: en vivir sin tanto ruido.
Que sigas bien.
Gracias por leer hasta el final.
Gracias por estar. 💜
Que estas palabras te hayan acompañado, aunque sea un ratito.
Con afecto,
Jaime.
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Nota de autor:
Escribo para entender, no para explicar. La escritura es mi forma de pensar en voz baja.
___En un mundo que parece premiar al que más grita, al que más acumula, al que más corre… ellos eligieron el silencio, lo esencial y el paso lento. Y en su marcha discreta dejaron una estela que hoy, con su partida, se vuelve enseñanza.___
*La realidad de hoy* … Gran aporte Jaime!! 👏
Ay Jaime, cuánto me alegro de que hayas escrito esta reflexión y de saber que hay personas afines a mí en mirar la vida de otra manera.
¿Por qué será que las personas que se “mudan” a vivir al cielo son las que más nos enseñan?
El día que enterré a Martín fui consciente de la realidad. De lo que significa vivir desapegado de todo. A veces los padres creemos que darle cosas materiales a nuestros hijos los hará más felices, pero no es así. Aquel día comprendí que mi hijo no se llevaba ningún juguete, ningún peluche, nada. Y es que la vida, como bien dices, va de otra cosa. De aprender en el silencio, de desprenderse de las cosas, de perdonar y de amar sin medida.
Gracias, Jaime. Me ha gustado mucho leerte.
Un abrazo.