Cuando la vida gira sin avisar
Y tú tienes que re-aprender a caminar sobre la incertidumbre.
Qué bonito es —aunque desoriente un poco— cuando la vida te agarra de la camisa, te da la vuelta como a un calcetín, y sin pedirte permiso, te coloca en un escenario que no habías ensayado. Que no tenías planeado.
Qué bonito es cuando la vida da un giro de 180 grados sin previo aviso. Sin señales en el cielo, sin profecías ni presentimientos. Solamente pasa. Como cuando el viento cambia de dirección y tú aun sigues navegando con tu vela orientada al norte.
Al principio, todo es desconcierto. Uno se queda quieto, como si acabaran de apagarle la luz en mitad de una frase importante. Los planes que tenías tan bien dibujados, tan bien pensados, de repente se deshacen y se diluyen sin remedio. Y toca empezar de nuevo, sin saber del todo desde dónde. Y ahí estás tú, con cara de «¿qué ha pasado?», tratando de descifrar un idioma nuevo hecho de ilusión, de sensaciones inéditas, de emociones que no estaban en tu agenda. Como escribió Séneca en una de sus cartas a Lucilio: «No hay viento favorable para el que no sabe a qué puerto se dirige.» Y sin embargo, a veces —solo a veces— es ese propio viento el que te obliga a preguntarte: ¿a qué puerto quiero ir ahora?
No es fácil, claro que no. Entender los tiempos es un arte que no se enseña. Se da una misteriosa danza entre lo que fuiste y lo que ahora estás sintiendo. Hay que vivirlo. Hay que equivocarse. Hay que aprender a sentir cómo tu antigua piel se resiste a caer, mientras la nueva todavía no se adapta al cuerpo. Como cuando te pones una prenda de ropa que aun no huele a ti mismo.
Los sentimientos… ah, esos son un torbellino. A veces parecen no tener sentido. Alegría mezclada con miedo, tristeza con esperanza, nostalgia por lo que era y vértigo por lo que será. Pero dentro de esa confusión habita algo profundamente humano: la capacidad de reinventarse, de entenderse desde otra orilla.
Es bonito, sí, porque en ese esfuerzo por comprender esa nueva incertidumbre, por adaptarte, por no perder la calma mientras todo cambia, descubres partes de ti que estaban dormidas. Brotan nuevas palabras, nuevas formas de mirar, nuevas formas de escuchar, nuevas formas de sentir, nuevas preguntas.
Ahí comienza lo importante: el esfuerzo por comprender ese nuevo ritmo que ya no se rige por tu antiguo reloj, sino por un ritmo nuevo que no controlas. Hay un compás distinto en los días. Todo parece moverse más despacio, o más rápido, o simplemente distinto. Y ahora te ves obligado a re-aprender cómo se camina y cómo se respira en este nuevo aire que te envuelve.
Las sensaciones, al principio, se agolpan sin orden. Una mezcla rara de vértigo y fascinación, de miedo y posibilidad. No sabes si estás empezando algo o terminando algo, o ambas cosas al mismo tiempo. Sientes una inseguridad dulce, como el sabor de algo que no reconoces pero que, en el fondo, te llama poderosamente la atención.
Lo más curioso es que, sin darte cuenta, empiezas a transformarte. No porque lo hayas planeado, sino porque la vida, en su forma más tosca pero sabia, te va empujando hacia una versión desconocida de ti. Esa que ni tú mismo conocías.
Es bonito —profundamente bonito— porque el cambio, el giro, te obliga a mirar con otros ojos, a dejar atrás convicciones que ya no sirven, que ya no sostienen. Y aunque cueste, aunque duela, hay algo de sagrado en esa metamorfosis. En esa manera en que la vida te enseña, a su modo, que todavía puedes sorprenderte de ti mismo.
Hay que darle un nuevo significado a la palabra PACIENCIA.
Y entonces, sin darte cuenta, te haces más sabio. Más paciente. Más tú.
Lección aprendida: los giros de la vida no vienen a destruirte. Vienen a abrir puertas que no sabías que volverían a abrirse. Y qué hermoso es tener el coraje —aunque sea a tientas— de atravesarlas. No hay mayor belleza que la del renacimiento. Y a veces hace falta un giro sin previo aviso para recordarnos que estamos vivos. Que aún hay más caminos. Que no todo estaba dicho.
Y eso, estimado lector, lectora, es un estupendo regalo disfrazado de caos. 💜
Que sigas bien.
Gracias por leer hasta el final.
Gracias por estar. 💜
Que estas palabras te hayan acompañado, aunque sea un ratito.
Con afecto,
Jaime.
📚 Quizás también te guste leer:
Sentio ergo sum – El «sentir» como certeza.
El misterio del tiempo – Aprender el arte de habitarlo.
La paradoja del barco de Teseo – Sobre el dilema de la identidad personal.
🌟 Pequeños gestos con gran eco:
❤️ ¿Te ha resonado esta carta? Dale al corazón. Es una forma de diálogo.
☀️ ¿Te interesa el vivir consciente? → [Archivo de reflexiones].
📂 ¿Quieres leer más? → [Archivo completo].
Nota de autor:
Escribo para entender, no para explicar. La escritura es mi forma de pensar en voz baja.
Ay, Jaime! Tengo pendiente varios textos tuyos por leer. Justo este que acaba de salir del horno, es por el que decido empezar y ¡boom✨! ¡Cómo me resuena todo!
Estoy en esos momentos a los que llamo bisagra, de los que he hablado varias veces. El dejar una forma de ver la vida, una ciudad, un trabajo, para iniciar algo que no sé dónde me llevará.
Estoy cagadita de miedo, pero la vida me está invitando a confiar. ¡Gracias!
Un escrito precioso, Jaime 🌸