En mi afán por acercar la poesía a aquellos que aún no han sido atrapados por ella, hoy traigo la Rima LIII del genial Gustavo Adolfo Bécquer. Es otro de esos poemas, entre otros tantos, que hizo que me enamorara de este género literario.
Es un poema profundamente melancólico y cargado de desamor. Bécquer utiliza la repetición del verbo «volverán» para marcar un contraste entre lo que el tiempo traerá de regreso y lo que, definitivamente, se ha perdido. A través de imágenes de la naturaleza, como las golondrinas y las madreselvas, el autor evoca la idea de que algunos elementos del entorno pueden repetirse cíclicamente, pero las experiencias compartidas, la intensidad de ciertos momentos y la forma en que se amó en un tiempo pasado, son irrepetibles.
El poema reflexiona sobre la inevitabilidad del cambio y la pérdida en las relaciones humanas. Aunque la vida continúa y las estaciones pasan, el amor único y especial que alguna vez existió no puede repetirse en la misma forma. Esta idea de lo irrepetible se convierte en una fuente de desolación, al tiempo que se reconoce la singularidad del amor perdido.
La última estrofa es particularmente intensa, donde el yo poético expresa la certeza de que, aunque ella pueda volver a enamorarse, nadie la amará con la misma devoción con la que él lo hizo. Aquí, Bécquer no solo habla de la pérdida del amor, sino también de la singularidad del afecto verdadero, que marca la vida de quien lo siente y que, una vez perdido, deja un vacío que ninguna otra relación podrá llenar de la misma manera.
En resumen, este magnífico poema es un lamento por la pérdida de un amor profundo e insustituible. Es un recordatorio de que algunas experiencias, aunque puedan parecer comunes, son únicas en su forma, y una vez que se pierden, no hay vuelta atrás. El poema capta de manera sublime la tristeza y el dolor del desamor, dejando una sensación agridulce de nostalgia por aquello que fue y nunca más será.
Espero que disfrutes de este poema tanto como yo cada vez que lo leo.
Rima LIII
Volverán las oscuras golondrinas
en tu balcón sus nidos a colgar,
y, otra vez, con el ala a sus cristales
jugando llamarán.
Pero aquéllas que el vuelo refrenaban
tu hermosura y mi dicha a contemplar,
aquellas que aprendieron nuestros nombres…
esas… ¡no volverán!
Volverán las tupidas madreselvas
de tu jardín las tapias a escalar,
y otra vez a la tarde, aún más hermosas,
sus flores se abrirán.
Pero aquéllas, cuajadas de rocío,
cuyas gotas mirábamos temblar
y caer, como lágrimas del día…
esas… ¡no volverán!
Volverán del amor en tus oídos
las palabras ardientes a sonar;
tu corazón, de su profundo sueño
tal vez despertará.
Pero mudo y absorto y de rodillas,
como se adora a Dios ante su altar,
como yo te he querido… desengáñate,
así… ¡no te querrán!
© Gustavo Adolfo Bécquer
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Qué bonito, Jaime. Me quedo con «no solo habla de la pérdida del amor, sino también de la singularidad del afecto verdadero». Nunca había reparado en el poema pensándolo así, en la diferencia enorme entre el amor y el Amor, y siento que «quien lo probó, lo sabe». Un abrazo.
Admiro tanto su sensibilidad como su capacidad para transmitir un lenguaje tan complejo.
Es una maravilla de poema.
Gracias por volver a mostrármelo y sobretodo por transmitir la poesía y su significado de la manera en la que lo haces.