Según vas viviendo y van pasando los años, pasan por tu vida películas que por un motivo u otro acaban resonando en ti. Tienen algo que capta tu atención como no lo hace ninguna otra. Sales del cine emocionado con cantidad de conceptos en la cabeza; conceptos que además puedes aplicar en el momento presente. Dicho de otra forma, te sientes profundamente identificado.
También he de serte honesto y sincero. Lo que te cuento en el párrafo anterior hace años que no me ocurre. Bastantes años. Y es que también creo que esas cosas ocurren cuando somos jóvenes o adolescentes, que es cuando somos como esponjas, estamos faltos de valores a los que aferrarnos y somos, como poco, bastante impresionables.
A principios de los 90 yo no encontraba mi lugar en el mundo. Tenía roces constantes con mi padre debido a los estudios. No sabía si seguir estudiando o dejarlo todo y ponerme a trabajar. Por aquel entonces también tenía amigos que ya estaban trabajando y que ganaban un buen dinero. Yo estaba algo perdido con mi vida, la verdad.
Y entonces apareció en mi vida el profesor de literatura John Keating, protagonista de la genial película «El Club de los Poetas Muertos». El actor que encarna a Keating es nada menos que mi idolatrado Robin Williams, a quién descubrí un par de años antes en «Good Morning Vietnam» y pasó a ser unos de mis actores referentes.
Yo estaba en un momento de mi vida algo delicado, en el que necesitaba respuestas. Necesitaba un guía y la película dio de lleno en multitud de cuestiones que resonaban en mi interior y en mi corazón; un padre que cree que su hijo lo está desafiando, un chico que se siente incomprendido, otro que se enamora de una chica inalcanzable, abrazar lo diferente, perseguir sueños, la importancia del «sentir» … ¿resuena algo de esto contigo?
El Club de los Poetas Muertos
Al poco de aparecer el profesor Keating en escena, sus formas ya son peculiares. Todo es diferente; lo que dice, lo que expresa, lo que transmite. Habla de poesía, de la vida, de libertad. Lo primero que hace con sus alumnos es llevarlos a una sala y hacerles leer la primera estrofa de un poema, que dice lo siguiente:
«Coged las rosas mientras podáis,
veloz el tiempo vuela,
la misma flor que hoy admiráis,
mañana estará muerta.»
Y explica a los chicos que dicho fragmento transmite un sentimiento que hace honor a la expresión latina «carpe diem», aprovecha el momento. Y les dice: «Porque un día dejaremos de respirar, nos enfriaremos y moriremos. Seremos pasto de los gusanos».
Es potente, lo sé. Es muy gráfico, también. Pero admite que al leerlo se ha removido algo en tu interior. Si me dices que no, no te creeré. Cuando te dicen que te vas a morir es irremediable que pienses «bueno, todavía tengo mucho por hacer y mucha vida por delante». O quizá no. Piénsalo bien.
Se acercan a una vitrina a ver fotos antiguas de alumnos de antaño. Los chicos se acercan y Keating les dice: «miradlos bien, porque esos chicos no son muy distintos a ustedes, mismo corte de pelo, se sienten invencibles, todo les va viento en popa, se creen destinados a grandes cosas, como muchos de ustedes, pero esos chicos están ahora criando malvas».
¿Te has parado a meditar bien qué hubieras pensado si alguien te lo hubiera contado así a tus, digamos, 15, 16 o 17 años? ¿Qué hubiera pasado si te lo hubieras tomado en serio? ¿Cuántas cosas habrías aprovechado? ¿Habrías reaccionado? Probablemente no.
El profesor Keating es un soñador, un idealista, alguien que cree que solamente al soñar se tiene libertad, alguien que cree que tenemos que mirar las cosas desde una perspectiva distinta. Que el mundo hay que observarlo desde arriba. Al menos intentarlo.
«Cuando leas no consideres solamente lo que piensa el autor, considera también lo que piensas tú. Debes luchar por encontrar tu propia voz, porque cuanto más tardes en empezar, tienes menos probabilidad de encontrarla.»
— John Keating.
La película es todo un canto a la libertad, un himno a la autenticidad y una oda a la esencia misma de lo que significa ser humano. Y la historia que cuenta nos recuerda también la crueldad de un mundo que a menudo castiga la autenticidad y la valentía de seguir nuestro propio camino.
La poesía, en el contexto de la película, se presenta como un vehículo de expresión y descubrimiento. Las reuniones clandestinas del «club de los poetas muertos» se convierten en un espacio sagrado donde las palabras cobran vida y las emociones fluyen sin restricciones. Los protagonistas se permiten ser vulnerables, compartir sus miedos, anhelos y sueños más profundos. La poesía se convierte en un espejo que refleja su verdadero yo, despojándolos de las máscaras que la sociedad les ha impuesto.
La amistad que se desarrolla entre los miembros del club es otro elemento central de la película. En un entorno competitivo y exigente, los protagonistas encuentran en su camaradería una fuente de apoyo y fortaleza. Juntos, desafían las normas y se animan a explorar nuevas posibilidades. Esta hermandad, forjada en la adversidad y alimentada por la poesía, se convierte en un refugio donde pueden ser verdaderamente ellos mismos.
En la escena en la que los estudiantes se ponen de pie sobre sus pupitres en un gesto de homenaje al profesor Keating, se nos presenta una imagen poderosa de la rebelión y la resistencia. Es un acto de desafío contra un sistema que busca conformarlos y una declaración de lealtad a los principios que Keating les inculcó. Esta escena, cargada de emoción y simbolismo, encapsula el espíritu de la película y me dejó con una profunda sensación de esperanza y determinación en su día.
Lo que aprendí de la historia
La historia detrás de la película me enseñó que la vida no es un camino trazado por otros, sino una aventura que debía emprender con valentía y autenticidad. Me invitó a cuestionar las normas, a desafiar las expectativas y a seguir la voz de mi corazón. Me enseñó también que la verdadera educación no consiste en memorizar datos y fórmulas, sino en descubrir quiénes somos y qué queremos ser. Me instó a buscar mi propia voz y a no tener miedo de usarla. Me animó a vivir con pasión y propósito, a abrazar mis imperfecciones. Pero sobre todo, y esto lo continúa haciendo (cada vez que visiono la película), me recuerda que el tiempo es fugaz y que debo aprovechar cada momento para perseguir lo que realmente amo en la vida.
¿Estamos viviendo la vida que realmente deseamos? ¿Estamos siendo fieles a nosotros mismos? En un mundo que a menudo nos empuja a conformarnos, la verdadera valentía reside en seguir nuestro propio camino, en escuchar la voz de nuestro corazón y en tener el coraje de vivir según nuestros propios términos.
Moraleja
«El club de los poetas muertos» no es solo una película; es una llamada a la acción, una exhortación a vivir plenamente y a no dejar que los miedos y las expectativas ajenas dicten nuestro destino. Nos recuerda que, al final del día, la única vida que vale la pena vivir es aquella que es auténtica y fiel a nuestro verdadero ser. Y en esa búsqueda de autenticidad, encontraremos la verdadera libertad y la profunda satisfacción de haber vivido una vida llena de significado y propósito.
Carpe Diem. Aprovechemos el momento, el día, cada día, y hagamos de nuestra vida una gran obra de arte.
Gracias por leerme.
Gracias por estar. ❤️
Postdata: No será la única película de Robin Williams de la que te hablaré. ❤️🩹
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Jaime, bellísima película que no sé cuantas veces la he visto. Y en cuanto a lo que comentas en tu escrito tengo que decirte que sin ser adolescente me encanta y me seduce el cine como cuando lo era...para mí el cine tiene una magia indescriptible. Gracias por tener la dicha de leerte❤. Si acaso puedes leer un post que compartí sobre el cine y las películas.
Llené mi habitación de frases de la película, puerta incluida. Me descubrió a Whitman, Thoreau y Tennyson, y todos me acompañan hoy. Y nunca veo el momento de que los peques a mi alrededor tengan la edad suficiente para poder disfrutarla y descubrírsela ❤️