No siempre escribimos para los demás. No todo siempre es negocio. Dejemos espacio a la calma.
Últimamente hay mucho ruido en las redes sociales. Han dejado de ser espacios en los que compartir y se están convirtiendo en espacios de «compra-venta».
Llevo ya un tiempo pensando en esto. En cómo las redes sociales han cambiado en los últimos años. Y no especialmente para bien. Cada vez leo más opiniones de personas que dejan sus redes, que necesitan tomar distancia de ellas, que se saturan.
Yo mismo hace más de 200 días que no publico en ninguna de mis redes sociales. Porque simplemente ya no me siento representado en ellas. Tengo el temor de que algo parecido acabe pasándome aquí, en Substack.
Pero de ello hablaré al final.
Sirva esta carta a modo de protesta, para expresar eso que veo venir y que tanto me preocupa. Espero y deseo que el tiempo me quite la razón.
Henry David Thoreau, un escritor, filósofo y poeta estadounidense decía: «Qué vano es sentarse a escribir, cuando no te has levantado a vivir». En esta frase él subraya la importancia de vivir experiencias auténticas y personales antes de intentar escribirlas, sugiriendo que la escritura debe surgir de la propia vida y no de una necesidad de satisfacer a otros. Es una de las razones por las que yo escribo para mí, entre otras.
Escribimos para nosotros mismos. En muchas ocasiones
desnudamos nuestra alma para llegar a los demás.
Pero no escribimos para los demás.
El matiz es importante.
Cambio de paradigma
Las redes sociales surgieron como herramientas revolucionarias para conectar a las personas, facilitando la comunicación y el intercambio de experiencias a nivel global. Desde los primeros días de Six Degrees y Friendster, hasta el auge de gigantes como Facebook, Instagram, LinkedIn o Twitter, estas plataformas transformaron la forma en que interactuamos, creando una sensación de comunidad y proximidad sin precedentes.
Sin embargo, el cambio de paradigma hacia modelos de negocio centrados en la monetización y el comercio electrónico ha desencadenado una profunda transformación en su propósito y funcionamiento.
Si lo piensas bien, esos reductos y espacios donde antes conectabas con los tuyos ahora es de todo menos eso. Simplemente han dejado de ser redes sociales para convertirse en redes de compra-venta y servicios.
¿Y qué hemos perdido? ¿Qué teníamos antes?
Pongo algunos ejemplos de las primeras en destacar:
Six Degrees (1997): Ya, es el pleistoceno —pero es que soy algo mayor— Permitía a los usuarios crear perfiles, listar sus amigos y ver las conexiones mutuas, fomentando un sentido de comunidad. Todo muy básico.
Friendster (2002) y MySpace (2003): Estas plataformas expandieron el concepto, permitiendo una mayor personalización y un intercambio más diverso de contenido, desde mensajes hasta música y fotos. MySpace fue una locura entre los jóvenes del momento.
Facebook (2004): Originalmente concebido como una red para estudiantes universitarios, rápidamente se expandió para incluir a todo el mundo. Su enfoque en la creación de perfiles detallados y en la conexión con amigos y familiares fomentó una red densa de relaciones personales. Aquí hablábamos con los nuestros en la distancia.
Twitter (2006): Introdujo una nueva forma de comunicación rápida y concisa a través de mensajes cortos llamados tweets. Solamente podías escribir 140 caracteres. Parecía poco, pero te llevaba a ser muy creativo.
Instagram (2010): Inicialmente enfocada en compartir fotos con amigos y seguidores, Instagram creó una comunidad visual que facilitaba la expresión personal y la conexión a través de la fotografía. Solamente se veían fotografías. Eran las protagonistas. Su éxito radicó también en el hecho de que sacabas la fotografía directamente con el móvil y aplicabas unos filtros con los que se podía ser muy creativo.
Lo bonito de estas redes en su etapa inicial residía en su capacidad de ofrecernos algo diferente a las demás. Lo expongo en cada uno de sus puntos. Fomentaba nuestra creatividad.
¿Querías expresarte en fotografía?: Instagram.
¿Querías estar en contacto con tus seres queridos?: Facebook.
¿Querías dar rienda suelta a tu imaginación y expresar un estado en 140 caracteres?: Twitter.
¿Querías ver o subir vídeos? YouTube.
¿Querías relacionarte profesionalmente o buscar empleo? LinkedIn.
Todas tenía su punto fuerte y todas funcionaban bien.
La conexión entre nosotros estaba en el centro de estas plataformas, y su crecimiento estaba impulsado por la genuina necesidad de interacción social.
Yo recuerdo los inicios de Instagram con mucho cariño. Porque me encanta la fotografía. Era precioso entrar en ella y ver los contenidos de tus amistades y tener un muro plagado de buenas fotografías. Recordemos que al principio de estas plataformas, tú seguías cuentas de personas con contenido de valor y eso era lo que veías en tu muro. Cuando no quedaban contenidos que ver de esos a los que seguías, entonces te mostraba contenido aleatorio. Y así hacían todas.
Sigo muy de cerca alternativas de plataformas nuevas, como es el caso de Whee (creada por TikTok), pero no albergo mucha esperanza porque ya sé yo que detrás de una plataforma nueva, generalmente siempre habrá un gigante que luego hará lo mismo que en las demás. Todas se van copiando entre ellas.
Hasta que un mal día llegaron los malditos algoritmos y ya nada ha vuelto a ser ni será lo mismo.
Puede ser tema de la edad, dirán algunos. Es posible. Yo viví el nacimiento del «Internet en casa». Yo tenía 20 añitos cuando ya podíamos conectarnos a Internet mediante Infovía (en España), haciendo una llamada local. Puede ser que todo haya cambiado tanto que no sea sólo algo de las redes sociales. Antonio Ortiz lo expresa mejor que yo en su última carta.
La realidad que vivimos
Ahora ya todas las redes sociales son iguales. En todas puedes hacer lo mismo, en mayor o menor medida. Eso que las hacía especiales ha desaparecido. Un «efecto globalización» se ha apoderado de ellas desde que se empezó a ver el potencial monetario.
Facebook está siendo canibalizada por Instagram y Whatsapp. Twitter ya no se sabe ni lo que es, entre su cambio de nombre y las locuras de Elon Musk que quiere hacer su propio WeChat, y lo tóxica que se ha convertido, para olvidarse de ella… Instagram es un centro de compra-venta y publicidad a raudales…
Ahora los algoritmos personalizan el contenido y también tienden a crear cámaras de eco, donde somos expuestos predominantemente a ideas y productos que cambian nuestras preferencias existentes. Esto nos está llevando a un aislamiento social y a la polarización, reduciendo la diversidad de pensamiento y la auténtica interacción social.
Por si fuera poco, las redes sociales se han transformado en mercados digitales, donde cada interacción puede ser monetizada. El enfoque en el comercio electrónico ha desplazado la prioridad de la conexión humana, reemplazando las interacciones genuinas con transacciones comerciales.
Todos venden algo. Todo es negocio. Todo es a cambio de dinero. Cursos. Formaciones. Ruido y más ruido. Agobio. Cansancio.
Substack y su remanso de paz
De momento, tenemos a Substack. Parece que aquí podemos interactuar con otras personas afines a nuestros intereses. Al estar orientada en la escritura y la lectura, aquí las cosas van a otro ritmo. De momento no han llegado los algoritmos asesinos de la interacción social. No han llegado las publicidades, las tiendas…
Yo veo en mi muro de Notes los contenidos de las personas a las que sigo, en orden cronológico. Sus «me gusta». Sus restacks. Sus comentarios. No tenemos publicidad. Apenas hay ruido.
Lo que sí se empieza a notar es la proliferación de gente que no viene a disfrutar de la escritura o de la lectura. Ya se empiezan a ver atisbos de gente que viene a inundar este reducto de paz de contenido que no tiene que ver con lo que nos gusta. Llegan los pseudo gurús a decirnos cómo hemos de llevar nuestro reducto digital. Cómo podemos vender más. Cómo conseguir más lectores. Cómo aprender a escribir mejor.
A escribir se aprende escribiendo. Igual a que caminar se aprende caminando y a leer se aprende leyendo.
Empiezo a leer a substackeros preocupados, como
, que muestra su preocupación en su carta ¡No me expliques cómo tengo que escribir en mi newsletter! al respecto de esos contenidos que ya llegan vendiendo cursos y demás cuestiones. Yo coincido con él. Y no soy el único:A la vista está de que tiene a gente que se está fijando en su inquietud. Al menos, en mi caso. Su inquietud es la mía. Ya somos unos cuantos.
Y aquí quiero romper una lanza en favor de su argumento. Porque no todo se trata de números, no todo se trata de cantidad, no todo es vender.
Aquí ya tenemos un modelo de negocio. Son las suscripciones de pago. Quién quiera las activa y quién no quiera, pues no.
Algunos —quiero pensar que la mayoría— llegamos a Substack para escribir, para compartir experiencias a través de la lectura. Es lo que nos hace diferentes a las demás plataformas. Aquí contamos historias. Nuestras historias. Escribimos para nosotros mismos. En muchas ocasiones desnudamos nuestra alma para llegar a los demás. Pero no escribimos para los demás. El matiz es importante. Muy importante. Compartimos contenido para los demás. Si lo piensas bien no es lo mismo.
Ya llevo 6 meses leyendo contenidos de substackeros de muy diversa índole. Me atrevo a decir que la gran mayoría de los que me he topado, más del 90%, escribe lo que le sale del alma escribir. Sus experiencias de vida, sus relatos, sus cuentos, sus reflexiones, sus curiosidades, un sinfín de diferentes formas de ver la vida de las que otros disfrutamos leyendo y aprendiendo.
Sé que es una quimera. Sé que me moriré sin verlo. Pero sería un sueño ver cómo se generan «redes sociales nicho». Redes dedicadas a una sola cosa. Y que esa cosa a la que estén dedicadas sea algo que hagan realmente bien, que sea su máxima prioridad. En ese punto estamos ahora con Substack 1.
Me parece bien que existan redes sociales de formación, de compra-venta, de lo que sea, yo no las demonizo. Ya me meteré yo donde quiera en función de mis intereses. Lo que no comparto es —en todas las redes— el todo vale todo y cuanto más mejor.
Reflexión
Entiendo que el problema de fondo es que las empresas detrás de las redes sociales quieran hacer negocio de sus plataformas. Como también entiendo que hemos llegado a un punto de madurez digital en el que más de uno pagaría por una plataforma sin ruido. Sin bombardeos constantes. Yo pagaría por Substack si la dejaran libre de la vorágine, de la inmediatez y del ruido.
Somos los usuarios los que también hemos de alzar nuestra voz y pedir que se respete la esencia de los espacios que creamos. No todo vale.
Si proliferan cartas como ésta y como la de Edu que ya he mencionado, es porque hay preocupación de que nos roben esta calma que disfrutamos todos los días. El tiempo dirá si estoy siendo demasiado catastrofista.
Defendamos la simplicidad, la sencillez, la calma, el buen hacer. Defendamos el «menos, es más» SIEMPRE.
¿Realmente necesitas ruido que no tenga que ver con lo que te apasiona? ¿Realmente necesitas que te vendan cursos aquí? ¿Cómo hacer negocio con todo?
Yo no quiero eso.
Yo no quiero lo mismo que hay en otras plataformas.
Yo solamente quiero escribir y crear sinergias.
(Y aprender en el camino).
P.D.: Prometo que la próxima carta será un poema y será breve. 😍
Gracias por leerme.
Gracias por estar. ❤️
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🍀 Valoro mucho tu opinión. Déjame un comentario, si te apetece. Estaré encantado de responderte.
🍀 Si quieres leer más contenido mío, accede al archivo completo, donde permanece el registro de todas las publicaciones que escribo.
Y qué pena sentiré cuando ya no sea así…
Hola Jaime 🌸
Pienso muy similar a ti. Para mí Substack es una plataforma llena de paz. Un espacio donde aún se siente el sentido de comunidad y exploración.
Como bien explicabas la diversidad de opiniones y puntos de vistas en un mismo espacio, lo convierten en una herramienta llena de valor. Me encanta leer personas que piensan distinto a mí. Cómo también me gusta coincidir con personas que resuenan con mis valores y aspiraciones personales. La variedad es nutritiva. Además nos alimenta la creatividad.
A mí me encanta la idea de que Substack sea un espacio versátil, de hecho he comenzado a explorar con mi newsletter y he decidido subir pequeños videos introductores a mis escritos. Siendo honesta me gusta mucho. Siento que es otra manera - tal vez no necesaria - de crear resonancia con quien me lee.
Yo tampoco tengo un problema en que me vendan de manera orgánica utilizando un “marketing” ético. Si escribiste algo que al final puedes ofrecerme tu servicio y de casualidad yo lo necesito genial. Y si no, pues no pasa nada. Lo bueno de esta aplicación es que nos permite “discernir” porque no es un bombardeo - hasta el momento- de ads y contenido sin corazón.
Lo que a mí sí no me gustaría que suceda es que lleguen los ads. Tampoco soy “fan” de los newsletter que sólo están haciendo contenido con el fin de vender, pero lamentablemente es parte de. Una cosa es tener un newsletter en un nicho de negocios y otra es estar en la carrera de vender, vender y vender…
Personalmente sigo a una chica que habla sobre “slow business” en su newsletter y me encanta leerla. Siento que es marketing ético y de hecho, siento que sus escritos están basados en “storytelling” y la verdad si en algún momento decide venderme algo, es muy probable que se lo compre 😅 Porque a través de sus escritos ofrece contenido de valor y no se siente como un intercambio de compra-venta.
Por último, al igual que Edu y tú, añoro los tiempos buenos de Instagram. En estos momentos no cuento con ninguna otra red social. Sólo Substack 🫶
Un abrazo,
Paloma
Hola, Jaime! Primera vez por aquí y me ha gustado mucho la reflexión que haces. Coincido en el deseo de que se mantenga limpio de publicidad, pero no sé hasta qué punto es viable que se mantenga limpio de personas que quieren vender a toda costa y que enseñan a ganar más suscriptores. En el mundo anglosajón, que nos lleva ventaja en esta red, hay bastantes perfiles que enseñan precisamente a eso. También predominan perfiles que son profesionales en el mundo de la escritura y algún que otro famosillo. Si seguimos la misma tendencia, se mantendrán los perfiles que venden, habrá más gente haciendo contenido de pago y habrá menos contenido amateur y más de profesionales. No creo que nos cuelen publi como en ig porque el modelo de negocio de substack no es ese, es que des el salto a subs de pago y con eso se lleven un porcentaje. Personalmente, no me parece mal. Veremos cómo se va dando! Un abrazo, M. 💜