La empatía: un viaje a través del alma sensible
Viaje a través del alma de lo que siente una persona altamente sensible y reflexión para hacer un mundo mejor.
El fin de semana pasado, gracias a
, pude ser consciente de que soy PAS (persona altamente sensible), término que había escuchado anteriormente e incluso leído de pasada en algún libro en algún momento de mi vida, pero del cual no me había preocupado en indagar más o saber más.Hice el test PAS de la Dra. Elaine Aron®, y claro, nada más empezar a leer las preguntas, empecé a encontrarme conmigo mismo. Alguna pregunta hay donde marqué «parcialmente de acuerdo», pero ninguna la sentía en desacuerdo. El resultado del test ya te lo imaginarás: soy PAS (persona altamente sensible) y la primera reacción y consecuencia fue que necesitaba escribir esta carta.
Supe de ese test gracias al manifiesto de Clara, el cual te recomiendo leer si te sientes identificado o identificada con lo que te voy a contar.
Desde que supe de ello, de repente un montón de pensamientos y sentimientos que llevaban tiempo revoloteando en mi cabeza, aterrizaron en una especie de, digamos, «contenedor». Empecé a atar cabos y empecé a comprender muchas cosas que me suceden y me han estado sucediendo en los últimos años. Cosas que no acababa de entender porque no siempre he sentido lo que siento ahora. Todavía desconozco si una persona altamente sensible es alguien que «nace o se hace», porque yo no recuerdo sentir las cosas que a veces siento ahora como cuando tenía, por ejemplo, 20 o 30 años. Sí las sentía de adolescente, pero siempre he pensado que era por lo típico que siempre se dice, que si la edad del pavo, que si los adolescentes están en su mundo, que no saben lo que quieren, etcétera, etcétera.
He tenido casi tres días para pensar y he estado escudriñando mi vida año tras año, para intentar recordar cómo eran mis sentimientos y sensibilidades ante acontecimientos puntuales en distintos momentos de mi vida. Al final todo lo que recuerdo me lleva al mismo lugar. Al momento más bajo en el que una persona puede encontrarse y que ya he relatado, con mucha dificultad, en la siguiente carta de hace unas semanas:
Tengo casi la certeza más absoluta de que a raíz de ese episodio en mi vida, mi sensibilidad debió subir muchos enteros. El grado de sensibilidad y emoción que experimento ahora es superior. Para intentar explicar lo que ha cambiado te pongo un ejemplo muy reciente: el domingo lloré a raudales cuando España ganó la Eurocopa. A mí no me gusta el fútbol, solamente veo los partidos de la selección, pero yo antes no lloraba porque un deportista o deportistas españoles ganaran algo. Me emocionaba, si, daba saltos de alegría, también, pero no me daba por llorar. Las emociones eran de mucha alegría, pero hasta ahí. Ahora las cosas son diferentes. El domingo lloré por ver a todo un país alegre, lloré por ver a la gente saltar y gritar el «viva España», me fijaba en las caras de los jugadores, ellos sí lloraban de emoción por haber conseguido lo que han conseguido. Yo lloraba por verlos a ellos llorar.
Sé que no me entenderás y pensarás que soy un tío raro. Es muy probable.
Intentaré explicarme mejor, desde lo que siento.
Viaje a través del alma sensible
Imagina por un momento que tu corazón es un río, fluyendo suavemente a través de paisajes de emociones y sentimientos. Cada persona, animal o cosa que encuentras es una piedra lanzada en ese río, creando ondas que se expanden y tocan cada rincón de tu ser. Esa es la vida de alguien como yo, donde la empatía no es solo una palabra, es una experiencia diaria, una forma de vida que define cómo veo y cómo siento el mundo.
Cada mirada, cada palabra y cada gesto tiene un significado profundo. No solo escucho a las personas, las siento. Cuando alguien comparte su alegría, su tristeza o su miedo, esas emociones se convierten en parte de mí. La empatía me permite entrar en el corazón de los demás y, a través de esa conexión, creo relaciones que son algo más que simples interacciones; son lazos del alma, tejidos con hilos de comprensión y amor, según sea el caso o la experiencia vivida.
En este mundo frenético y a veces indiferente, para mí la empatía es mi refugio. Sentir tanto puede ser abrumador, pero también es una fuente de consuelo y fortaleza. Ofrezco un hombro en el que apoyarse, un oído atento y un corazón abierto, y a cambio, encuentro en los demás un espejo donde se reflejan mis propias emociones. Esta reciprocidad me nutre, me calma, y me recuerda que no estoy solo en mis sentimientos.
Pero, ¿qué pasa cuando encuentro a alguien que no comparte esa sensibilidad? Es como chocar contra un muro frío e impenetrable. Sin empatía, las relaciones se vuelven superficiales, y siento un vacío que no puedo llenar. La falta de empatía en otros puede hacerme sentir incomprendido, aislado y desconectado. Esa ausencia es un silencio que resuena profundamente en mí, recordándome cuán vital es esa conexión emocional. Lamentablemente, esto es lo que me ocurre la mayoría de las veces con las personas de mi entorno.
Mi capacidad para sentir también guía mi moral y mis decisiones. La empatía es mi brújula. Cada elección que hago está impregnada de esa profunda comprensión de lo que otros sienten. No puedo evitar querer hacer del mundo un lugar más amable, más justo, más humano. Y aunque a veces me pregunte si mis esfuerzos marcan una diferencia, en el fondo sé que cada acto de empatía es una chispa de luz en la oscuridad, aunque no sea entendida o correspondida.
Reflexión: hagamos un mundo mejor
En el trabajo, entre tus amistades, en tu familia, tu mascota o compañero de vida, la empatía transforma los espacios en lugares donde se puede florecer. Un líder que te comprende, un amigo que te escucha, un ser querido que te apoya, pueden hacer que te sientas valorado y entendido. En estos entornos, tu sensibilidad deja de ser una carga y se convierte en tu mayor fortaleza, un don que enriquece tu vida y la de quienes te rodean.
La empatía es como un latido constante en el trasfondo de nuestras vidas. Es lo que te hace reír con el corazón abierto y llorar con el alma desnuda. Es lo que te conecta con lo más profundo de ti mismo y con lo más genuino de los demás. En un mundo cada vez más frío y distante, la empatía, tu empatía, es un recordatorio de que lo más importante es cómo nos tratamos unos a otros.
Así que, sigamos permitiendo que nuestro corazón sea ese río que fluye y toca cada vida que encuentra. Sigamos siendo ese faro de comprensión y compasión. Porque en nuestra capacidad de sentir tanto, y de conectar tan profundamente, reside no solo nuestra esencia, sino también en la posibilidad de un mundo más humano y más hermoso.
Gracias por leerme.
Gracias por estar. ❤️
🍀 Si te ha gustado esta carta/reflexión, por favor, pulsa el corazoncito rojo. Me ayudará a saber que te ha gustado.
🍀 Si eres más de poesía, quizá te guste mi sección dedicada, en ella iré archivando regularmente poemas que vaya escribiendo o incluyendo de otros autores.
🍀 Valoro mucho tu opinión. Déjame un comentario, si te apetece. Estaré encantado de responderte.
🍀 Si quieres leer más contenido mío, accede al archivo completo, donde permanece el registro de todas las publicaciones que escribo.
¡Ay, Jaime! ¡Qué bello tu texto! ¡Enhorabuena por ese gran descubrimiento! Yo descubrí que soy PAS en medio de un proceso de depresión y ansiedad, y saber que era altamente sensible me ayudó a salir del lugar oscuro en el que estaba. Me dio paz, claridad, pero sobre todo me ayudó a comprenderme.
Para las personas sensibles cualquier estímulo puede ser el detonante de otras muchas emociones; por lo que veo por aquí, siento que en la comunidad de Substack hay muchas almas sensibles.
Por cierto, si te apetece y te resuena, te invito a que te pases por mi último artículo No estás solo, donde hablo un poquito de qué supuso para mí reconocerme en la AS.
¡Bienvenido!
Bueno, pues empezar por acá. La verdad tengo escrito un texto sobre cómo experimento esa cualidad personalmente pero no sé dónde podría ser un buen lugar para compartirlo.